La importancia de volver a apropiarse sin mediaciones de una herencia cultural extraordinariamente rica. Por qué los sacerdotes deben estudiar la lengua de Cicerón y de Tertuliano.
VATICANISTA DE LA STAMPA
Los sacerdotes deben estudiar latín. Quien celebra el valor de la lengua clásica es monseñor Celso Morga Iruzubieta, secretario de la Congregación para Clero, que ha dedicado al tema una intervención en un congreso en la Pontificia Universidad Salesiana. Parte de la intervención está reproducida en el Osservatore Romano. «El conocimiento de las lenguas clásicas -ha dicho mons. Morga Iruzubieta- es tanto más necesario para el sacerdote en su tarea de educador del pueblo y formador de la comunidad para que madure la fe mediante la práctica de una caridad sincera y activa, el ejemplo, la oración, el ejercicio de aquella libertad con la cual Cristo mismo liberó a la humanidad, volviéndolo instrumento eficaz para indicar o hacer más facil a quien aún no cree en el camino que lleva a Cristo y a su Iglesia y para estimular, alimentar y sostener también a los creyentes en la lucha espiritual». «En el estado actual -añade- parece improbable que se consiga hacer apreciar al sacerdote, aún menos en la fase inicial del propio recorrido formativo, el valor del latín como lengua dotada de nobleza de estructura y de léxico, capaz de promover un estilo conciso, rico, armonioso, pleno de majestad y de dignidad, que beneficia a la claridad y a la seriedad, apta para promover toda forma de cultura, el humanitatis cultus, entre los pueblos. En esta recuperación de una identidad cultural propia, en esta reasunción desde el fondo de las motivaciones de la presencia misma de la Iglesia en la sociedad se configura la importancia del latín en el currículum escolar de los aspirantes al sacerdocio, rescatándola de toda simplista -además de incorrecta y reductiva- cuestión sobre su funcionalidad práctica y devolviéndole el papel de materia ampliamente formativa». Sólo a través del latín, en opinión de mons. Morga, «el sacerdote aprende como fundamento de la propia formación el trato con el Deus caritas y hace del praevenire amando agustiniano, el llegar primero en el amar, la columna que sostiene todo aquel sistema pedagógico que es el apostolado».
N. del T.
No olvidemos que L’Osservatore Romano es el periódico del Vaticano.
Texto, en latín y en español, de la Constitución apostólica «Veterum sapientia», sobre el estudio del latín, promulgada por el Beato Juan XXIII el 22-2-1962.
“Aunque no soy esclavo de nadie, me he hecho esclavo de todos a fin de ganar para Cristo el mayor número posible de personas. Con los judíos me vuelvo como un judío, para ganarlos a ellos; es decir, que para ganar a quienes viven bajo la ley de Moisés, yo mismo me pongo bajo esa ley, yo mismo me pongo bajo esa ley, aunque en realidad no estoy sujeto a ella. Igualmente, para ganar a quienes no viven bajo la ley de Moisés me vuelvo como uno de ellos, aunque realmente estoy sujeto a la ley de Dios, puesto que estoy bajo la ley de Cristo. Con los débiles en la fe, también para ganarlos, me vuelvo débil como uno de ellos. Es decir, que me he hecho igual a todos para ganar, sea como sea, a algunos. Y todo esto lo hago por causa del evangelio, para participar yo también de sus bienes” (1 Corintios 9,19-23).
“Nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois el campo que Dios trabaja, el edificio que Dios construye. Yo soy el maestro albañil al que Dios permitió poner los fundamentos, y otro es el que está construyendo sobre ellos. Pero cada uno debe tener cuidado de cómo construye, pues nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto: Jesucristo” (1 Corintios 3,9-11).
“Si el Señor no construye la casa, de nada sirve que trabajen los albañiles; si el Señor no protege la ciudad, de nada sirve que vigilen los centinelas” (Salmo 127,1).
“El Señor construye la casa, el Señor Jesucristo edifica su casa. Trabajan muchos en la construcción, pero si Dios no construye, en vano trabajan los albañiles. ¿Quiénes son los albañiles que trabajan? Todos los que en la Iglesia predican la Palabra de Dios, los ministros de los sacramentos de Dios. Todos corremos, todos trabajamos, todos edificamos con prontitud; y antes que nosotros otros corrieron, trabajaron, edificaron: pero si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los albañiles. Por eso los apóstoles viendo que algunos caían, y Pablo en particular dice: Celebráis ciertos días, meses, estaciones y años… ¡Mucho me temo que mi trabajo entre vosotros no haya servido de nada! (Gálatas 4,10-11). Porque conocía que había sido edificado interiormente por el Señor se quejaba de éstos, porque había trabajado en medio de ellos inútilmente. Por tanto nosotros hablamos por fuera, Dios edifica interiormente. Nosotros nos damos cuenta si oís o no; lo que pensáis, solo lo conoce Aquel que ve vuestros pensamientos. Él mismo edifica, Él mismo aconseja, Él mismo infunde temor, Él mismo abre el entendimiento, Él mismo lleva a la fe vuestro sentir: y sin embargo trabajamos nosotros también como obreros, pero si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los albañiles” (S. Agustín de Hipona, Enarración sobre el Salmo 126, nº 2).
“¡Tardé te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba” (S. Agustín de Hipona, Confesiones, libro 10, capítulo 27, n º 38).
“Tiempos malos, tiempos trabajosos, esto dicen los hombres. Si vivimos bien, los tiempos son buenos. Nosotros somos los tiempos: tal como seamos, tales son los tiempos. Pero ¿qué hacemos? ¿No podemos convertir a la vida buena a una multitud de hombres? Los pocos que oyen vivan bien: los pocos que viven bien soporten a los muchos que viven mal” (S. Agustín de Hipona, Sermón 80, nº 8).
“Cuando sigas el camino de Cristo, no te prometas las prosperidades de este mundo. Anduvo por cosas duras, pero prometió grandes cosas. Sigue. No atiendas por qué camino irás, sino a lo que llegarás. Soportarás durezas temporales, pero llegarás a las alegrías eternas. Si quieres asumir el trabajo, presta atención a la recompensa. Pues el jornalero desfallecería en la viña, a no ser que esperase lo que va a recibir. En efecto, cuando atiendas a lo que vas a recibir todas las cosas que padezcas serán para ti despreciables, y no las estimarás comparables a aquello que recibirás. Te admirarás de tanto cómo se da por tan poco trabajo” (S. Agustín de Hipona, Enarración sobre el Salmo 36, sermón II, nº 16).
CANCIÓN «Una tarde en la playa» (Cantada en vídeo después de la letra)