Portada norte de la Catedral de Jaén (España), dedicada a la Inmaculada Concepción. Diseño de Juan de Aranda Salazar (1642), siendo obispo de Jaén el cardenal Baltasar Moscoso Sandoval (1619-1646). A los lados de la Inmaculada aparecen los reyes David y Salomón, quizás porque el Salmo 45,11-18 y en el Cantar de los Cantares 2,2; 4,7 (atribuidos a David y a Salomón, respectivamente) son textos que se refieren a la Inmaculada.
San Pedro Pascual, obispo de Jaén y mártir (+1300), defendió el privilegio inmaculista de la Virgen antes que el Beato Juan Duns Escoto. En el título 23 de su obra «Biblia Parva», escribe:
«Conviene, pues, entender y creer (y esto por especial gracia), que la mencionada Virgen es aquella de la que hablaban los Proverbios de Salomón, que antes de toda creación fue elegida, para que fuese la madre de Dios. Por lo tanto, esa Virgen vivió en todo tiempo en gracia de Dios. Por lo que, cuando llegó la plenitud del tiempo, Dios determinó revelar esta concepción por medio del ángel Gabriel, y ello por gracia especial. Y quiso preservarla de pecado original (pues era mortal) y de toda otra injuria de mancha. Y ello lo obró por especial gracia, como quien de ella había tomado carne, quien había de ser bello y hermoso entre los hijos de los hombres, como ya había sido preanunciado. Y esto Dios lo hizo y lo pudo hacer por una gracia especial, como lo hizo con los tres muchachos que fueron arrojados al horno encendido. Pues, ¡cuánto más la Virgen María, elegida por Dios, que habría de concebir y dar a luz a su Hijo, fue preservada por Dios de toda mancha de pecado, tanto original, como mortal y venial! Por ello dice la Escritura: Como el lirio entre las espinas, así es mi amiga entre las hijas. Y en otro lugar la Escritura dice: Toda hermosa es mi amiga, y no hay mancha en ella. Se declara así esta concepción tan excelsa, la misma que permanece con el honor de la virginidad».