Andrea Tornielli (original en italiano; traducción mía)
«Nunca he buscado crear un sistema mío, una teología mía particular. Si justo se quiere hablar de especificidad, se trata simplemente del hecho de que me propongo pensar junto con la fe de la Iglesia, y esto significa pensar sobre todo con los grandes pensadores de la fe». Palabra de Joseph Ratzinger. Su cultura es obviamente vastísima, pero ¿cuáles son los libros que más ama, los que le han inspirado más?
No puede faltar ciertamente
Las Confesiones y
La ciudad de Dios de san Agustín. Después se puede citar la
Carta al duque de Norfolk, de John Henry Newman, dedicado al tema de la conciencia y de la libertad. Así como no puede omitirse la obra del teólogo francés Henri de Lubac,
Catolicismo.
Aspectos sociales del dogma,
citada en la última encíclica Spe salvi para rebatir la crítica de la modernidad en las comparaciones con la esperanza cristiana, acusada de puro individualismo.Son dos los textos fundamentales para la formación de Ratzinger sobre el cristianismo de los orígenes:
L’Impero romano e il popolo di Dio, de Endre von Ivanka, e
Chiesa e struttura politica del cristianesimo primitivo, de Hugo Rahner. El futuro Papa había apreciado particularmente las vidas de Jesús de Karl Adam e Giovanni Papini, mientras es decisivo el encuentro en Bonn con el colega Heinrich Schlier, exegeta luterano convertido al catolicismo y maestro del método de exégesis histórico-filológico, contrario a toda reducción intimista y por tanto interior del evento histórico de la resurrección sobre el cual se funda el cristianismo. Uno de sus libros más conocidos es
Sulla resurrezione di Gesù Cristo.Ciertamente importante para Ratzinger fue el libro
Abbattere i bastioni, del teólogo suizo Hans Urs von Balthasar, escrito en 1952, en el cual el autor sostenía la necesidad de que la Iglesia abandonara su
enroque para entrar en diálogo con la cultura moderna. Finalmente no puede faltar en el elenco otro maestro fundamental, Romano Guardini, que con su volumen
El espíritu de la liturgia contribuyó al arranque del movimiento litúrgico.