El testamento del pescador

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Feliz Navidad

Posted by El pescador en 1 julio 2006

No, no me he equivocado en el título y sé en qué fechas estamos. Porque realmente desear Feliz Navidad en estas fechas de verano no es lo normal, pero yo tampoco quiero hacer eso, sino hablaros de una película que acabo de ver.

Se trata de «Feliz Navidad», una coproducción europea basada en un hecho real ocurrido en la Nochebuena de 1914, recién empezada la Gran Guerra, como se la llamó entonces, la Primera Guerra Mundial, como la conocemos hoy.

El argumento trata sobre el hecho real de la confraternización entre los soldados enemigos (franceses y escoceses de un lado y alemanes del otro) que unos días antes se estaban matando y provocando una carnicería por conquistar unas trincheras enemigas, y que como un milagro en Nochebuena olvidaron que estaban en la guerra y que habían sido enviados allí a matarse, y se unen todos juntos a cantar y conocerse.

Es llamativo que suceda esto después que al principio de la película se ve cómo un niño de cada país (francés, británico y alemán) habla del odio a los enemigos respectivos por los agravios de su país. Esto ilustra el clima prebélico que se vivía en Europa, atizado por el odio y el resentimiento nacional, y así se hace más evidente el contraste con el suceso principal narrado.
En la cinta se ve cómo cada bando prepara la Nochebuna, y sobre todo destaca la orden del Kaiser alemán de enviar cientos de árboles de Navidad, para que no se pierdan los valores. Todo empieza cuando con la cena en cada trinchera cantan y tocan villancicos: en la trinchera escocesa el capellán católico toca con la gaita Noche de paz y desde el lado alemán un tenor la canta. Así siguen con Adeste fideles y empiezan a salir de las trincheras, pues han descubierto que tienen algo que les une por encima de los odios. Al final los oficiales pactan una tregua para Nochebuena y el día de Navidad.

El milagro de esta tregua y la confraternización, que se vivió en otros lugares del frente, se produce el día en que los cristianos celebramos el milagro del Amor más grande, el día en que Dios nos demostró su Amor definitivamente al enviarnos a su Hijo y hacernos hijos suyos y hermanos unos de otros.

Una de las consecuencias del pecado que introdujimos las personas fue el odio y la violencia entre los hermanos (Caín y Abel: Génesis 4,1-16), como son las guerras. Jesucristo vino para restaurar nuestra naturaleza caída, vencer al pecado y a la muerte, al mal que nos impide convivir en paz como lo que somos: hijos de un mismo Padre y hermanos unos de otros. Y la Primera guerra mundial, la primera guerra moderna en el sentido de que se mató y se destruyó más porque había más medios mortíferos, es la síntesis y el ejemplo del odio y la violencia por la envidia, como Caín contra Abel, y este episodio de paz en medio del conflicto (tan cruel que ni siquiera podían pactar una tregua para enterrar a los muertos) muestra el sentido de la Navidad: Cristo es el milagro de Dios, el milagro del Amor máximo de Dios, que siendo infinito se hizo finito para mostrarnos definitivamente el sentido de nuestra vida y el gran mensaje que es el Evangelio, que nos dice que Dios es nuestro Padre y nosotros sus hijos y hermanos unos de otros.

La escena en que el capellán católico escocés celebra una Liturgia de la Palabra ante todos los antiguos enemigos, aunque algunos no son cristianos (v.gr. el oficial alemán, que es judío y que confiesa que la Navidad no significa nada para él) es seguramente la síntesis del por qué se ha producido ese milagro.

No obstante subsiste en algún soldado el odio por no saber perdonar, que luego lo llevará a un trágico error (aunque no lo sabe). Y sobre todo es relevante cómo esa confraternización perdura algún día después, y especialmente destaca la miseria de las altas instancias de todos los bandos, escandalizados cuando se enteran de lo ocurrido.

Termino con la escena que seguramente mejor muestra el cambio y la novedad que introduce la Navidad en ese desastre sin sentido que es la guerra que viven aquellos soldados: entierra cada bando sus muertos que yacían desde hacía días en tierra de nadie porque en cuanto alguien salía de su trinchera recibía un tiro desde el otro lado; dice un oficial: un buen día para enterrar a los muertos, el día en que nació Jesucristo. Ese día en que nació Jesucristo aquellos que yacían indignamente sin enterrar pudieron descansar en paz, me sugiere que son un símbolo de la paz que con su nacimiento quiso traer el Príncipe de la paz (cf. Isaías 9,6).

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