El testamento del pescador

Archive for the ‘Giacomo Galeazzi’ Category

Latín para sacerdotes

Posted by El pescador en 25 febrero 2012

Giacomo Galeazzi

(original en italiano; traducción mía)
La importancia de volver a apropiarse sin mediaciones de una herencia cultural extraordinariamente rica. Por qué los sacerdotes deben estudiar la lengua de Cicerón y de Tertuliano.
VATICANISTA DE LA STAMPA
Los sacerdotes deben estudiar latín. Quien celebra el valor de la lengua clásica es monseñor Celso Morga Iruzubieta, secretario de la Congregación para Clero, que ha dedicado al tema una intervención en un congreso en la Pontificia Universidad Salesiana. Parte de la intervención está reproducida en el Osservatore Romano. «El conocimiento de las lenguas clásicas -ha dicho mons. Morga Iruzubieta- es tanto más necesario para el sacerdote en su tarea de educador del pueblo y formador de la comunidad para que madure la fe mediante la práctica de una caridad sincera y activa, el ejemplo, la oración, el ejercicio de aquella libertad con la cual Cristo mismo liberó a la humanidad, volviéndolo instrumento eficaz para indicar o hacer más facil a quien aún no cree en el camino que lleva a Cristo y a su Iglesia y para estimular, alimentar y sostener también a los creyentes en la lucha espiritual». «En el estado actual -añade- parece improbable que se consiga hacer apreciar al sacerdote, aún menos en la fase inicial del propio recorrido formativo, el valor del latín como lengua dotada de nobleza de estructura y de léxico, capaz de promover un estilo conciso, rico, armonioso, pleno de majestad y de dignidad, que beneficia a la claridad y a la seriedad, apta para promover toda forma de cultura, el humanitatis cultus, entre los pueblos. En esta recuperación de una identidad cultural propia, en esta reasunción desde el fondo de las motivaciones de la presencia misma de la Iglesia en la sociedad se configura la importancia del latín en el currículum escolar de los aspirantes al sacerdocio, rescatándola de toda simplista -además de incorrecta y reductiva- cuestión sobre su funcionalidad práctica y devolviéndole el papel de materia ampliamente formativa». Sólo a través del latín, en opinión de mons. Morga, «el sacerdote aprende como fundamento de la propia formación el trato con el Deus caritas y hace del praevenire amando agustiniano, el llegar primero en el amar, la columna que sostiene todo aquel sistema pedagógico que es el apostolado».

N. del T.

No olvidemos que L’Osservatore Romano es el periódico del Vaticano.

El congreso al que alude el texto está anunciado en este enlace.

La noticia en el portal Infocatólica.

 Texto, en latín y en español, de la Constitución apostólica «Veterum sapientia», sobre el estudio del latín, promulgada por el Beato Juan XXIII el 22-2-1962.

Sobre este tema, ver también esta otra entrada.

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El bardo católico

Posted by El pescador en 24 diciembre 2009

(original en italiano; traducción mía)

UN SACERDOTE INGLÉS INTERPRETA ENTRE TRES FIRMAS EN UN LIBRO DE PEREGRINOS DEL SIGLO XVI. En el texto, escrito en 1585 por un tal “Arthurus Stradfordus Wigomniensis”, se cuenta que un cierto Gulielmus Clerkue Strafordiensis frecuentó e el seminario

GIACOMO GALEAZZI

Tres misteriosas firmas sobre las páginas de un libro de peregrinos demostrarían que William Shakespeare (1564-1616) fue “católico en secreto” y que pasó algunos años en Italia, para rendir homenaje a la tumba de San Pedro. Una exposición en el Venerable English College, el seminario de Roma que forma a los sacerdotes católicos ingleses, expone por primera vez un manuscrito que recoge los nombres de los visitantes ingleses que en los últimos decenios del siglo XVI estuvieron en peregrinación en la Basílica Vaticana, sugiriendo al encargado, Andrew Headon, vice rector del mismo colegio, que detrás de tres crípticos nombres se puede esconder nada menos que el mayor dramaturgo de la edad isabelina. Segundo lo que refiere el cotidiano inglés “The Times”,  el libro de los peregrinos fue firmado en 1585 por un cierto “Arthurus  Stradfordus Wigomniensis”, mientras en 1589 entre las firmas se encuentra la de un cierto «Gulielmus Clerkue Strafordiensis». Según el padre Andrew Headon estos dons nombres pueden descifrarse como “(El Compatriota) del (rey) Arturo de Stratford (en la diócesis) de  Worcester» y «Guillermo el Amanuense de Stratford». Una tercera firma  datada en 1587, «Shfordus Cestriensis», podría ser interpretada, según Headon, como “Sh(akespeare de Strat)ford (en la diócesis de) Chester». Según el vice rector del Venerable English College, este nuevo descubrimiento intepretativo podría dar cuenta también de los “años desaparecidos” del “criptocatólico” William Shakespeare, entre 1585, cuando abandonó de improviso su Stratford-on-Avon nativa, y 1592,  cuando inició su carrera de dramaturgo en Londres. Por tanto siete años de vida de Shakespeare sobre los cuales “se sabe poco” y que para el padre Andrew Headon el autor de «Hamlet» y «Macbeth» pasó en parte en Roma, a donde llegó en gran secreto porque profesaba clandestinamente la fe católica para no incurrir en la ira de la mayoría anglicana de su país.

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Árbol de Navidad desde el paganismo

Posted by El pescador en 18 diciembre 2009

NAVIDAD: EL PAPA ENGLOBA EL ABETO EN LA TRADICIÓN CATÓLICA

Giacomo Galeazzi

(Original en italiano; traducción mía)

El árbol de Navidad es un símbolo del catolicismo, incluso es el paradigma de la vida del hombre que, iluminado por la fe, lleva tantísimos dones al mundo: lo ha ratificado hoy Benedicto XVI, explicando que “el abeto puesto junto al pesebre muestra a su manera la presencia del gran misterio en el lugar simple y pobre de Belén”. Considerado una tradición pagana y luterana, durante siglos el abeto navideño ha estado alejado del Estado del Vaticano, donde era posible admirar sólo el catolicísimo pesebre; ahora en cambio resplandece al lado del obelisco. “En el bosque, los árboles están unos junto a otros y cada uno de ellos contribuye a hacer del bosque un lugar con sombra, a veces oscura. El abeto, elegido entre una multitud y recubierto de de decoraciones centelleantes … dejando su vestido oscuro se convierte en portador de una voz que no es la suya sino que da testimonio de la verdadera Luz que viene a este mundo”, ha dice esta mañana el papa Ratzinger frente a una delegación de Valonia –una de las regiones más verdes de Bélgica y de toda Europa- que ha donado a la Santa Sede el árbol de la plaza de San Pedro. Algunas horas después, al anochecer, el papa ha encendido con un interruptor desde su apartamento el picea abies que mide casi 30 metros y tiene un diámetro de 7 llevado hasta aquí desde el bosque de las Ardenas y destinado de todas formas a ser abatido para entresacar, o sea para permitir la superviviencia de las plantas vecinas. Una elección respetuosa de la naturaleza, en línea con la sensibilidad ecológica de Benedicto XVI, pero también de una tradición antigua descubierta por su predecesor Juan Pablo II, muy ligado al árbol de Navidad, querido en su país. Juan Pablo II afirmaba que “el árbol siempre verde exalta el valor de la vida, porque en la estación invernal se convierte en signo de la vida que no muere”. A diferencia del pesebre, inventado según la tradición por uno de los santos más amados por los católicos, San Francisco de Asís, el árbol tiene de hecho orígenes paganos: los árboles siempre verdes eran considerados símbolos de la vida eterna, e incluso dotados de un valor mágico, por los antiguos egipcios como por los chinos. En el Medievo eran colocado en el interior o a la entrada de las casas europeas parar dar la bienvenida a la bella estación. Más tarde, el abeto decorado entró como símbolo religioso en las casas europeas: una leyenda pretende que fue el padre del protestantismo, Martín Lutero, el que inició en torno al 1500 la tradición del árbol de Navidad: la Nochebuena estaba caminando entre árboles cubiertos de nieve, cuando una ramita verde le cayó le cayó encima, centelleando entre los rayos de luna. Vuelto a casa, Lutero tuvo la idea de celebrar el nacimiento de Jesús iluminando un pequeño abeto con algunas velas.

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Enrique VIII, el origen del cisma

Posted by El pescador en 29 junio 2009

(original en italiano; traducción mía)

El archivo secreto vaticano ha restaurado y expuesto por primera vez al gran público, en una copia en alta definición, la carta con la cual los lores ingleses pidieron al papa Clemente VII que anulara la boda del rey Enrique VIII con Catalina de Aragón.

GIACOMO GALEAZZI

El documento, que se llama oficialmente Carta de los pares de Inglaterra al pontífice Clemente VII para rogar la causa de anulación de matrimonio entre Enrique VIII y Catalina de Aragón, es considerado la base de la ruptura de la Iglesia inglesa con la de Roma, un cisma que ha cambiado profundamente la historia del Reino de Inglaterra y juntamente la de Europa.

 

Ahora mismo podrá leerse gracias a la publicación de la obra Causa Anglica: il tribolato caso matrimoniale di 
Enrique VIII, realizada en colaboración con la sociedad Scrinium, que además de una serie de estudios críticos sobre el documento, contiene la reproducción fiel de la súplica,emitida en 1530. Firmada por 83 miembros influyentes de la política y de la sociedad inglesa, entre los cuales estaban condes, vizcondes, duques, barones, obispos y abades, la misiva pedía al papa Clemente VII que invalidara la boda del rey Enrique VIII con Catalina de Aragón, que no le había dado herederos masculinos, para permitirle casarse con Ana Bolena, de la cual, se cuenta, el rey estaba sinceramente enamorado. Una decisión a la cual el Papa no llegó nunca, temiendo las reacciones de la familia de Catalina, emparentada con la dinastía de Carlos V.
El documento es reproducido hoy en 200 ejemplares (al precio de 50.000 euros cada uno) en la forma, en los materiales y en las medidas, perfectamente idénticos al original: el pergamino, que tiene un metro de largo y del cual se ha expuesto un facsímil esta mañana en una urna de cristal de murano durante la conferencia de presentación del proyecto, lleva al pie una división del folio en trece columnas, entelazadas por un hilo de seda y sobre el cual están puestas las 83 firmas de los suscriptores. De él penden 81 sellos, también fielemnte reproducidos en lacre, y que son los escudos familiares y de los apellidos de los firmantes.

 

El documento en sí «no es ciertamente el más importante desde el punto de vista jurídico e histórico entre los cuales se enviaron a Clemente VII con ocasión -ha explicado Chapin, viceprefecto del archivo secreto vaticano- pero es sin duda el más solemne y vistoso de todos». Como pretende una tradición en uso en la cancillería inglesa, la carta está redactada en doble copia, y mientras la conservada en Inglaterra es en parte ilegible y corrompida, la que está en el Vaticano se ha mantenido en buen estado de conservación y ha permitido la reproducción.

 

Un trabajo que, ha explicado Marco Maraino, oficial del archivo secreto vaticano, ha requerido dos años de investigación sobre una carta «de tonos casi intimidatorios» y juntas las circunstancias en las cuales viene sellada, acelerando una ruptura que quizá en aquellos tiempos de «suspendida tensión no era previsible». «Ésta es además otro punto de vista muy importante -ha añadido el historiador David Starkey- de un paso sin el cual el protestantismo probablemente no habría sobrevivido».

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Condón, chantaje a África

Posted by El pescador en 23 junio 2009

(original en italiano; traducción mía)

GIACOMO GALEAZZI

Los países africanos para recibir ayudas de Occidente deben aceptar el aborto, el preservativo y la ideología de género. Estas son las condiciones que le son impuestas para poder acceder al sostén económico.

Es dura la denuncia de mons. Robert Sarah, originario de Guinea, 63 años, actualmente Secretario de la Congregación para la evangelización de los pueblos y arzobispo de Conakry. Recientemente ha acompañado al Papa en su viaje a Camerún y Angola, de él se habla como del posible próximo Presidente del Pontificio consejo justicia y paz. En una entrevista al «Consulente Re», recorre el reciente viaje del Pontífice y habla de algunos de los grandes problemas que afligen el continente africano.  «Mucho viene impuesto a África – afirma mons. Sarah– como condición para recibir ayudas económicas». «Los países occidentales -explica- con su potencia política, económica, de medios de comunicación dan la impresión de querer destruir todas las otras culturas para imponer una cultura paneuropea, panamericana». «Los países africanos, para recibir una ayuda -prosigue el obispo- deben aceptar el aborto, el preservativo, la esterilización femenina, la ideología de género. Es la lucha de David contra Goliat. Hay sin embargo señales de que África está decidida a combatir sirviéndose de la potencia de Dios y del sostenimiento de la Iglesia. Es verdad que la fe en África es aún joven, frágil; pero el continente poco a poco está adquiriendo una madurez evangélica confortante, siempre más consciente de deber rechazar las falsas glorias, los falsos ideales, los paraísos efímeros y artificiales importados».  «Yo siento- afirma incluso mons. Sarah – que debo agradecer al Santo Padre por su solicitud paterna al atraer la atención de África entera sobre estos temas. Estoy seguro de que el Señor Dios omnipotente no dejará a los débiles y a los pobres indefensos, sin protegerlos». Y aún sobre la condición actual del continente añade: «Son verdaderas, reales las deshumanizaciones y las opresiones que afligen al pueblo africano. Domina la ley del más fuerte, son recurrentes los conflictos étnicos y las masacres tribales. Sin embargo nosotros no debemos combatir tales flagelos con la espada, sino con la ayuda y en el nombre del Señor».

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Eucaristía y Liturgia: testigos de una presencia real

Posted by El pescador en 13 junio 2009

(original en italiano; traducción mía)

GIACOMO GALEAZZI (La Stampa)

La Carta a los Hebreos es uno de los escritos más ricos del Nuevo Testamento, pero demasiado a menudo los creyentes lo desatienden, quizás porque el argumento tratado es trabajoso y, como el autor mismo nos advierte, requiere una particular atención. El centro del anuncio está en estos versículos: «Jesús, como permanece para siempre, posee un sacerdocio inmutable. De ahí que él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos» (7, 24-25). Durante la liturgia se ora siempre «por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos». De alguna manera se hace eco de la fe del autor de la Carta a los Hebreos: Jesús vive para siempre e intercede por su Iglesia, su cuerpo del cual es la cabeza. La Iglesia depende de Cristo para su misma vida. Jesús comunica esta vida en particular en la Eucaristía y Benedicto XVI, en la exhortación apostólica Sacramentum caritatis, explica que «la Eucaristía es CristoLa Eucaristía es Cristo que se nos entrega, edificándonos continuamente como su cuerpo» (n. 14). «La Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia», recita un adagio de la edad patrística subrayando la existencia de una relación íntima y recíproca entre el cuerpo eucarístico y el cuerpo eclesial del Señor. Sin embargo es importante comprender correctamente cuál es la prioridad. Como destaca Benedicto XVI «la posibilidad que tiene la Iglesia de «hacer» la Eucaristía tiene su raíz en la donación que Cristo le ha hecho de sí mismo» porque «Él es quien eternamente nos ama primero» (n. 14). En la Eucaristía el amor de Cristo se encarna más plenamente: justamente su cuerpo y su sangre son dados para nosotros. Después del Vaticano II la reforma, bienvenida y necesaria, benvenuta e necessaria, de la liturgia ha traído consigo muchos ricos frutos. Las Sagradas Escrituras han encontrado un puesto de honor, para permitir al pueblo de Dios nutrirse a la mesa de la Palabra y la mesa eucarística. Además la mayor implicación de la entera asamblea en la celebración ha llevado a una participación más activa por parte de toda la comunidad, respondiendo a la exhortación del concilio a la participatio actuosa. Sin embargo, también los más encendidos defensores de los ritos litúrgicos reformados admiten la existencia de un potencial «lado oscuro» de la reforma. La celebración de la Eucaristía versus populum y la tendencia a evidenciar la Eucaristía como comida de la comunidad puede, sin quererlo, ensombrecer la naturaleza única de este lugar, hecho posible por el sacrificio de Cristo. Es el don de sí hecho por Cristo que está en el centro de esta comida: «El pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo» (Juan 6,51). «La Eucaristía es Cristo que se nos entrega», escribe Benedicto XVI y en latín es aún más eficaz: Christus se nobis tradens («Cristo que se entrega a nosotros»). El subrayado de la dimensión colectiva de la liturgia, de por sí indiscutiblemente válida, tiene el riesgo de transformarse en una autocelebración de la comunidad. Este riesgo se hace más elevado en una cultura terapéutica, es decir en la cual la emoción superficial a menudo viene asumida como criterio de autenticidad. El resultado puede ser un cuerpo «decapitado», una comunidad privada de la cabeza. Por lo demás la necesidad de evidenciar el primado de Cristo como cabeza del cuerpo y fuente de su vida, no ha salido a la luz sólo después del Vaticano II. Mucho tiempo antes, el teólogo jesuita, más tarde cardenal, Henri de Lubac, escribió en la Méditation sur l’Église: «Ciertamente no hay confusión entre la cabeza y los miembros. Los cristianos no son el cuerpo ni físico ni eucarístico de Cristo, y la esposa no es el esposo». Hay una unión íntima en una irreductible distinción. Cristo, la cabeza, no está nunca privado de su cuerpo, que es la Iglesia, y la Iglesia no puede prosperar si no es en la unión dadora de vida con su cabeza. Es por tanto esencial cultivar en la espiritualidad un sentido vivo de la presencia real de Cristo, que está expresada plenamente por la Eucaristía, pero va acompañada por otras experiencias de la presencia de Cristo. Los cristianos orientales, por ejemplo, han promovido la práctica de la «oración de Jesús», a menudo sincronizada con la propia respiración. La tradición benedictina trata en cambio de reconocer la presencia de Cristo en el huésped. En otros casos la recuperación de la adoración del Santísimo Sacramento ha ayudado a muchas personas a redescubrir la presencia viva del Señor entre los miembros de su pueblo. La Eucaristía se coniverte por tanto en una escuela de la presencia del Señor, que nos enseña a percibir su presencia en cada aspecto de la vida. El sacerdote que celebra la Eucaristía debería tratar de ser también el mistagogo de la comunidad, para conducir la comunidad a una comprensión profunda de la presencia salvífica de Cristo. Un aspecto crucial de esta mitagogía es la inserción de momentos de profundo silencio en la celebración eucarística, útiles para saborear mejor la presencia de Cristo en la Palabra y en el sacramento. En un mundo en el cual parece prevalecer demasiado a menudo la ausencia de significado y de esperanza, los cristianos formados en la Eucaristía, pueden ser testigos de una presencia real, sea en el culto de Cristo resucitado sea en el propio servicio hacia cuantos sufren por causas materiales y espirituales. Su experiencia de Cristo en la Eucaristía los empujará a cantar con Bernardo de Claraval: Jesu dulcis memoria, dans ver cordis gaudia/sed super mel et omnia, ejus dulcis praesentia!

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