El 15 de agosto de 1483 el papa Sixto IV consagraba la Capilla que después tomaría su nombre: la Capilla Sixtina. Algunos años antes el pontífice había decidido reestructurar la antigua Capilla Magna del Palacio Apostólico y había encargado decorar la paredes a los mayores artistas del tiempo, desde Botticelli a Ghirlandaio, de Perugino a Pinturicchio. Naturalmente, cuando la Capilla Sixtina era “inaugurada” no había aún traza de las obras maestras de Miguel Ángel, que para hacer sitio a los frescos de la cúpula (1508-1512) y del Juicio Universal (1536-1541) debió destruir obras preexistentes. ¿Cómo se presentaba por tanto la Capilla Sixtina antes de la remodelación de Miguel Ángel?
La decoración de la cúpula, hoy ocupada por las Historias del Génesis y por las Historias del Antiguo Testamento, era muy distinta: un simple cielo estrellado pintado al fresco por Piermatteo d’Amelia. Comprensible que Julio II, que hizo el encargo a Miguel Ángel, aspirase a algo más interesante. He aquí, en una reconstrucción del siglo XIX, como debía de aparecer la cúpula.

Reconstrucción de las paredes del altar antes de la intervención de Miguel Ángel
Detengámonos sobre la banda central de la pared del altar (en el diseño resaltada en gris). Aquí se encuentran dos frescos de Perugino que representan el Nacimiento y hallazgo de Moisés y el Nacimiento de Cristo: eran por tanto las escenas iniciales del ciclo dedicado a las Historias de Moisés (que prosigue sobre la pared sur) y del ciclo con las Historias de Jesús (que vemos sobre la pared norte). Ambos frescos fueron cubiertos por Miguel Ángel, y no hay copias o diseños que describan el aspecto. Sabemos sólo que Perugino, se habría inspirado justamente en el Nacimiento de Cristo de la Sixtina para la escena central del Políptico Albani, hoy en Villa Torlonia.
Entre las dos escenas figuraba también otro fresco, siempre de Vannucci, que simulaba un retablo. Podemos hacernos una idea de la obra perdida -que representaba la Asunción de la Virgen o, según algunos, la Inmaculada Concepción- gracias a un diseño realizado por un artista del taller de Perugino. El boceto, conservado en Viena, muestra una Virgen Asunta en una mandorla rodeada de filas de querubines y ángeles músicos; en bajo están los doce apóstoles, con santo Tomás arrodillado en el centro; en primer plano a la izquierda vemos al papa Sixto IV de rodillas, con la tiara pontificia dejada en el suelo y san Pedro que le toca la cabeza con la mano. Las diferencias estilísticas entre la parte alta de la composición (más exuberante y decorativa) y la parte inferior (pausada y volumétrica) hacen pensar en un trabajo a cuatro manos: el alumno Pinturicchio para la primera, Perugino para la segunda.
Para terminar, dos palabras sobre la pared de entrada, aquella “menos admirada” por los visitantes y los turistas. Los dos frescos de la banda mediana que vemos hoy son obras del siglo XVI ejecutadas por Hendrik van den Broeck y Matteo da Lecce y sustituyen a dos obras, de idéntico tema, realizadas por el Ghirlandaioy por Signorelli destruidas en 1522 a causa del derrumbamiento del arquitrabe de la puerta.