Miércoles de Ceniza: el desierto ineludible
Posted by El pescador en 6 febrero 2008
Por Joël Serard, de la diócesis de Coutances, publicado en “Points de repère” n°195
El desierto en la Biblia
En el desierto nace la alianza entre Dios y su pueblo: Moisés lo atraviesa a lo largo de los grandes relatos de los libros del Pentateuco: el Éxodo, el libro de los Números… Elías conoce allí la prueba y la revelación (Primer libro de los Reyes, capítulo 19).
Ismael y su madre (Génesis 16), David (1 Samuel 23 ss), encuentran allí refugio cuando son fugitivos. Es también para los profetas el lugar de la purificación y del retorno a los orígenes (Oseas 2,16; Ezequiel 20,35).
Finalmente del desierto surge la llamada a la conversión con Juan Bautista (Mateo 3,1).
El lugar de la Alianza
La fe judía comienza en el desierto: Moisés se refugia allí. Allí recibe la revelación del nombre dE Dios que lo envía a liberar a su pueblo (Éxodo 3-4). La salida de Egipto y el paso del mar (Ex 13-14) conducen al pueblo al desierto. Durante cuarenta años, conoce el despojo: por la sed y el hambre Dios verifica la fe de su pueblo. La Ley que le da se rompe sobre la infidelidad. El becerro de oro adorado (Ex 32), es la impaciencia del creyente que prefiere lo tangible a lo invisible. Por tanto la alianza concluída en el desierto sella el amor entre Dios y el hombre.
El país de la sed y del hambre
El desierto es el país de la sed y del hambre. En la indigencia, el pueblo reclama y se subleva (Ex 16-17). Dios ha puesto a prueba al hombre en sufrimiento. El agua manada de la roca o el pan venido del cielo vienen a alimentar y a salvar al pueblo en peligro. Toda vida debe atravesar la prueba. San Juan retoma simbólicamente este doble signo: por su muerte y su resurrección, Jesús hace manar el agua del bautismo (Juan 19,34) y el pan de vida (Jn 6).
El lugar de refugio y de prueba
Como Moisés en el origen, el otro profeta, Elías vuelve al desierto (1 Reyes 19,1-9). Un drama lo empuja allí: su lucha despidada contra Jezabel (1 Re 18) lo obliga a huir de la cólera de la reina idólatra. El desierto es a la vez refugio y prueba, Elías espera la muerte bajo una retama. Pero DIos lo pone en pie: el agua y el pan devuelven sus fuerzas al profeta agotado. Ahora, puede dirigirse a la montaña donde Dios va a pasar.
El desierto de los profetas
Constatemente, los profetas recuerdan el amor de Dios. Pero, como una mujer infiel, el pueblo se prostituye con otros dioses. Los profetas amenazan: “Yo la conduciré al desierto y hablaré a su corazón” (Oseas 2,16). En la prueba del exilio como una vuelta a la fuente, el pueblo amado encuentra el vigor de su fe.
La palabra en el desierto
Una voz grita en el desierto (Lucas 3,21-22). Cuando se aproxima el tiempo nuevo en el que Jesús va a venir, la profecía de Isaías (Isaías 40,3) se realiza; Juan Bautista surge para preparar el camino. Hace falta desnudarse en el agua del Jordán para acoger al enviado de Dios. Allí en el desierto el Hijo de Dios se reúne con la humanidad sumiéndose con ella en las aguas de la prueba total.
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