El testamento del pescador

La confesión bien hecha

Posted by El pescador en 25 enero 2007

Pecado, confesión, perdón… y penitencia

Voy a hablar de cómo la confesión es la segunda tabla de salvación en palabras de los Padres de la Iglesia.

Uno de los signos que siguen al agua en el bautismo es la imposición de la vestidura blanca al neófito, y las palabras que acompañan este signo son: «N., recibe esta vestidura blanca como signo de tu dignidad de cristiano; ayudado por la palabra y el ejemplo de los tuyos, consérvala sin mancha hasta la vida eterna».

Esta vestidura blanca es la gracia de Dios que desde el bautismo habita en nosotros, es un signo externo de la limpieza y transformación que Dios ha obrado en nuestra alma con este sacramento.

Pero evidentemente es imposible no manchar la ropa, es imposible no pecar. Y para limpiar y mantener sin mancha la vestidura blanca que nos impusieron en el bautismo hay que acudir a la segunda tabla de salvación que es el sacramento de la confesión o penitencia: es muy sencillo, Dios nos lava la vestidura blanca de sus manchas para que vuelva a su candidez original y así recuperemos la inocencia de nuestro bautismo.

Porque la confesión bien hecha sirve para transformarnos y quitar de nosotros el mal que ha podido arraigar a causa del pecado: la gracia de la confesión realmente nos transforma y nos vuelve a ser imagen de Dios. En la película de Mel Gibson «La pasión de Cristo» el demonio muestra un ser horriblemente feo, que representa a quienes se acogen a él y por eso quedan así; en cambio a los creyentes la gracia nos va embelleciendo como a María, la mujer más hermosa del mundo, para ir pareciéndonos al mismo Jesús, el más bello de los hombres (Salmo 45; Cantar 4,1.7).

Hemos de tener esto muy claro y muy presente, no tomarnos a la ligera los sacramentos: confesar con frecuencia, cuando sea necesario para no perder la costumbre ni dejarnos llevar por la mediocridad del pecado, para que nuestro Padre Dios nos siente al banquete de su Reino anticipado que es la Misa, y eso lo podremos hacer con un vestido adecuado si estamos en gracia de Dios, si nos dejamos comer a besos en la confesión por nuestro Padre del cielo. Esto es lo que hizo el padre del hijo pródigo de la parábola: darle las mejores ropas y hacer un banquete.

A nada de esto nos obliga Dios, por eso somos libres y por ende responsables, tenemos que responder de los actos libres que elijamos, entonces elijamos bien y respondamos al amor de Dios con la confesión.

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